Análisis: Claude Weisbuch
Una baraja sencilla, pero bien hecha, que reproduce los diseños que hizo el ilustrador francés Claude Weisbuch a finales de los años 90 del S.XX. Si te llaman la atención es porque la técnica utilizada para los originales fue el grabado en cobre con punta seca; es decir, algo que nunca verás en las modernas barajas diseñadas con ordenador.
Nos hemos acostumbrado a ver barajas perfectas, con unas líneas limpias y bien definidas, impresas con tecnología de vanguardia y utilizando tintas chillonas, de forma que la originalidad empieza a competir con el esperpento. Y entonces te encuentras con una baraja ésta, editada hace unos años por France Cartes para su línea de barajas históricas bajo la marca Grimaud, y te llama la atención gratamente.
Hubo una época en que los libros se ilustraban a partir de dibujos hechos con punzón sobre metal. Puedes imaginarte que con esos materiales es imposible hacer sombras y degradados, lo que obligaba a los ilustradores a crear volúmenes mediante tramas; es decir, patrones de líneas más o menos apretadas que simulaban la oscuridad de las sombras. Así surgió todo un género de ilustración, que parte del Renacimiento y llega hasta finales del siglo pasado y que deja un reguero de artistas tan importantes como Gustave Doré o el propio Claude Weisbuch, a cuyo trabajo está dedicada esta baraja.
Weisbuch tiene, al mismo tiempo, un dibujo agresivo, pero un trazo muy fluido. dando como resultado imágenes que a veces son grotescas, por las proporciones o expresión de los personajes, pero que siempre tienen una gran dinámica, que no creerías propia de quien está grabando en metal. En 1997 diseñó una baraja francesa de la que se editaron sólo 150 ejemplares, con todos los palos dibujados a mano y un curioso uso de las tintas, para complementar el trazado a línea, en el que ocasionalmente se coloreaban corazones y diamantes, pero no picas y tréboles, así como parte de las figuras.
Hace unos años, Grimaud decidió reeditar la baraja, en un acabado menos elitista y más comercial. La impresión es muy sencilla, sobre cartulina lisa sin ningún tipo de trama, pero que aún así se deslizan sorprendentemente bien. El corte es limpio y sin defectos y el tacto de los bordes es suave, lo que confirma esa nota que te decía al principio: se trata de una baraja sencilla, pero bien hecha. El dorso es igualmente simple, pero elegante, con las iniciales del ilustrador en el centro de cada carta y disponible en dos versiones, rojo o negro.
Hay dos detalles que no me convencen, porque yo he tenido la suerte de poder ver las planchas y la edición original. Para empezar, Weisbuch diseñó su baraja con bordes rectos, quizás emulando las barajas más clásicas, y Grimaud ha optado por hacer el corte redondeado más moderno. En segundo lugar, la baraja original tenía un fondo muy claro. No llegaba a ser blanco, pero tampoco era el tono crema que tiene esta edición, que no sé si intenta imitar una cartulina envejecida o las planchas de cobre que usó el ilustrador para los originales.
En todo caso, es una bonita baraja, sin pretensiones y razonablemente bien hecha que, por el precio al que se suele encontrar (menos de 10€), merece la pena considerarse para que tengas un ejemplar de algo un poco original. Y ya es curioso que sea más original un diseño de hace más de 20 años que muchos de los actuales.